El carnaval de Arlequín.

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El carnaval de Alerquín es una obra realizada en 1925 por Joan Miró, ubicada en el Albright-Knox Art Gallery, Buffalo. Este cuadro pertenece a las Vanguardias, concretamente al surrealismo español. Se dice que fue esta obra el ejemplo de la época de Miró, conocido como el más surrealista de los españoles.

El surrealismo fue la primera vanguardia que encontró verdadero arraigo en España. Tras una primera etapa en la que abordó el cubismo, Miró desarrolló una figuración muy detallista, en la que el pintor creó todo un universo personal de símbolos e iconos como la luna, las estrellas, los insectos, que hacían referencia a su conexión con la tierra. En 1920, se instaló en París y se integró en el grupo surrealista. Lienzos como El carnaval de alerquín, que transmite la fantasía propia de los sueños, encajaban muy bien con la búsqueda del automatismo. En dicho cuadro la ventana señala que nos hallamos en un interior, pero la perspectiva real queda anulada por una multitud de seres que parecen flotar en un espacio ingrávido. Estas vibrantes composiciones recuerdan al mundo de lo biológico y lo celular, así como el dibujo infantil y a los enigmáticos pictogramas del Neolítico. Aunque siempre mantuvo su característica iconográfica, posteriormente Miró tendió hacia una mayor abstracción, elaborando cuadros con fondos neutros que remiten a la observación de la bóveda celeste.

El carnaval de Alerquín es una obra de óleo sobre tela, donde predominan tantos lo dibujos como los colores. El foco de luz o la luminosidad en este caso, son las figuras de color blanco. La perspectiva es frontal y lineal. Gracias a la ventana podemos distinguir dos perspectivas diferentes en el cuadro. El punto de vista es alto, y tiene una composición cerrada, puesto que se encuentra en un espacio interior. El género pictórico es arte abstracto.

En él nos encontramos con un lenguaje poético de signos que sugieren ensoñación, ingenuidad, fantasía y ambigüedad. Sobre los dibujos preparatorios de esta pintura, el propio Miró dijo: «no es que pintara lo que veía en sueños, como decían entonces Breton y los suyos, sino que el hambre me provocaba una manera de tránsito parecido al que experimentaban los orientales.» Entre sus formas mezcla miniaturas de objetos reales, como una guitarra o un dado, con signos inventados. Las notaciones musicales en un pentagrama corresponden al lenguaje de la guitarra junto a la que aparecen. Los objetos que se distribuyen por el espacio dan sensación de flotar al no estar colocados en una superficie; las figuras alargadas, gusanos y amebas resbalan y flotan en un espacio irreal entre objetos y animales; la habitación, sin embargo, presenta un suelo y una pared realizados con perfecta perspectiva. Una ventana abierta al exterior nos muestra un paisaje. Aparecen multitud de objetos, pero ya se empieza a sistematizar el lenguaje característico de Miró. Todo esta lleno de vida en movimiento. La técnica es verdaderamente miniaturista y meticulosa y casa perfectamente con el ambiente festivo que debe acompañar al carnaval. Los colores que aparecen en esta obra son fundamentalmente primarios: azul, amarillo y rojo, además de blanco y negro. Precisamente son los colores los que nos mueven a través de las diferentes figuras del cuadro.

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