Las hilanderas

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El óleo sobre lienzo ante el que nos encontramos es La fábula de Aracne, conocido también como Las Hilanderas. Fue pintado por Diego de Velázquez en el año 1657, y hoy en día está expuesto en el Museo del Prado.

En este cuadro observamos a cinco mujeres que  aparecen vestidas de una manera lujosa. El fondo está compuesto por diversos tapices, y toda la escena recoge la fábula clásica en la que la joven Aracne es retada por Atenea, al haber afirmado la primera ser mejor que ella.  Aunque el resultado fue un empate, Atenea castigó a la joven convirtiéndola en araña para toda su vida. El cuadro posee movimiento, como vemos en la rueca con la que tejen, o en las figuras que manejan la lana. Algunas de las figuras están borrosas, y a la mayoría de ellas no podemos verlas sus caras. El foco de luz se encuentra a la derecha.

La joven Aracne es la figura femenina de la derecha, la cual está vuelta de espaldas. En cambio, encontramos a Atenea en la mujer anciana de la izquierda. Sus canas son falsas, ya que es todo un ardid para que Aracne no la reconozca; de hecho, la pierna que muestra posee una juventud y tersura no acordes con su edad. En el fondo del cuadro observamos en un tapiz el desenlace de la fábula. Éste está compuesto por Aracne, y representa los engaños que el padre de Atenea, Zeus, usó para conseguir favores sexuales de diosas y de mortales. Frente a éste encontramos a la diosa ataviada con sus atributos, como el casco, y a su lado la humana, vestida de forma clásica. Parecen formar parte del tapiz. Las otras tres damas son meras espectadoras de la competición entre ambas mujeres. Diego de Velázquez divide toda la composición en planos que se leen en un orden concreto. Nuestra mirada debe ir de Aracne a Atenea disfrazada, hasta llegar al tapiz del fondo. Las pinceladas son sueltas, y Velázquez usa una paleta casi monocroma. Existe perspectiva aérea, ya que encontramos una sensación de aire entre las figuras que distorsiona y difumina a las figuras.

Diego Velázquez ha pasado a la historia como uno de los mejores artistas de todos los tiempos. Nació en Sevilla en el año 1599, ciudad en la que se formó con Francisco Pacheco. Éste le orientó hacia la estética tenebrista del momento, y le facilitó el acceso a la corte. Durante ésta etapa usó tonos de madera y colores ocres, así como figuras compactas. Se caracterizó por un fuerte realismo. Más adelante pintó retratos, en los que reflejaba un profundo y completo estudio del rostro y de la psicología de los personajes. También pintó importantes obras de género de un fuerte carácter realista. Además, pintó obras religiosas, bodegones y otras composiciones.

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