San Lorenzo del Escorial

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Denominado Monasterio Real de San Lorenzo de El Escorial, construido en 1563-1584, en el reinado de Felipe II (nacido en 1527, rey en 1556-1598), con múltiples funciones: palacio y panteón real, monasterio, centro de cultura y arte, y otras misiones. Es la obra cum­bre de la arquitectura clasicista española de la segunda mitad del siglo XVI y probablemente la mayor aportación original española a la historia de la arquitectura.

El Escorial es una edificación de planta rectangular, con las dependencias dispuestas en forma de cuadrícula. El conjunto está presidido por un gran templo cuya capilla mayor, rodeada por parte de las habitaciones reales, sobresale del rectángulo. El estudio del edificio es muy complejo, por la vastedad de la obra, la variedad de influjos que convergieron en ella y su posterior influencia, así como por la abundancia de la información.

El rey decidió que se iniciara la construcción en 1563, con cuatro motivos muy precisos y bien conocidos, pues se explican en una carta de fundación de 1565 y en el testamento real: Agradecer a Dios la victoria sobre los franceses en San Quintín el 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, agradecer a Dios el mantenimiento del catolicismo en los dominios de Felipe II, alabar a Dios por la protección de la dinastía real y servir de sepultura monumental a los miembros de la familia real.

Felipe, en 1561 otorgó los títulos de arquitectos a Juan Bautista de Toledo y a Juan de Herrera, los futuros autores de la obra de El Escorial.

Juan Bautista de Toledo (1515-1567), profesor de Matemáticas y Geometría en la Universidad de Salamanca. Fue el primer arquitecto encargado de El Escorial, comenzando el diseño en 1559, siendo aprobada la “traza universal” por el rey en 1562 y comenzando las obras el 23 de abril de 1563. Su primer proyecto era renacentista clásico,  caracterizados por la geometría pura y la austeridad ornamental, aunque era muy complejo debido al gran número de torres y el pronunciado resalte visual de las fachadas del exterior  y de la iglesia, que rompía la visión unitaria del edificio como una maciza masa cúbica.

Juan de Herrera (1532-1597) había estudiado Geometría en la Universidad de Alcalá de Henares. En 1563 fue escogido como ayudante de Juan Bautista de Toledo, desempeñando esta función los cuatro años siguientes y sustituyéndole a su muerte, en 1567, cuando fue elevado al cargo de arquitecto real. Entonces hizo el diseño definitivo de El Escorial, cuyas obras dirigió hasta su finalización oficial el 13 de septiembre de 1584. Herrera cambió el diseño anterior para reducir el número de torres y el resalte visual, y complicando asaz la estructura de la planta, resultando así el edificio más manierista que en su concepción inicial. El rey, muy complacido con el resultado, le nombró en 1587 arquitecto general de todo el reino. Las obras prosiguieron tras la muerte del arquitecto y del monarca en algunas de las partes principales, como el Panteón Real.

Se eligió una orientación atípica del edificio, que no es la tradicional hacia Jerusalén, sino que tiene una desviación de 16 grados hacia el Sur en la dirección Este-Oeste, la misma del ataque español en la victoria militar en San Quintín, que coincide con la vista hacia la puesta de sol.

El edificio tiene en la parte frontal una gran explanada que permite contemplar su enorme tamaño. En el exterior se contemplan unos volúmenes simples, una geometría pura, con una planta rectangular. Amplios muros de granito con largas cornisas e hileras de sencillas ventanas adinteladas rectangulares en series repetidas, marcando así un poderoso desarrollo horizontal, y un tejado simple de pizarra con buhardillas. Hay cuatro torres en los ángulos, coronados con chapiteles flamencos en las puntas. La ornamentación de los muros se reduce a remates de pirámides culminadas en bolas.

En la fachada sur del Escorial, en la puerta principal se abre una porta­da-reta­blo clasicista de dos cuerpos, el inferior con 8 pilastras de orden dórico gigante de gusto miguelangelesco, el superior con otras 4 pilastras de orden jónico que enmarcan el escudo real y encima de éste la escultura de San Lorenzo en un nicho, y que sostienen un arquitrabe rematado con un frontón triangular. Esta colosal portada manierista rompe con la norma clasicista de que la estructura de la fachada revela la estructura interior, pues oculta bajo su sobreelevado engaño visual el Patio de los Reyes y al fondo de éste la auténtica fachada del gran templo interior.

En la fachada y entrada principal del Escorial, en el interior la planta del edificio desarrolla el modelo del hospital con influencias italianas y flamencas. Es un doble rectángulo casi cuadrado de­finido por un eje princi­pal que une la biblioteca y la iglesia y se prolonga en el Palacio de los Infantes, creando una forma semejante a un asa de parrilla.

La repetición de simples formas cúbicas obedece a que es un edificio multifun­cional, que alberga espacios diversos para el convento, el cole­gio, el seminario, el cole­gio pú­blico, el hos­pital, el edificio admi­nistrativo, la resi­den­cia de los asisten­tes de la Corte, etc. Esta estructura parece una imagen simbólica de la unidad y diversidad de los territorios de la monarquía de Felipe II.

En el rectángulo inicial está el amplio patio de los Reyes que separa los dos cuadrantes laterales, a su vez divididos cada uno en cuatro patios,  situándose al lado izquierdo el Colegio y al derecho el convento y la biblioteca. La biblioteca es el nexo de unión entre la zona del convento y la de estudio, entre lo sagrado y lo profano, una idea reforzada por la rica iconografía.

El segundo rectángulo es la cabecera, centrada en la iglesia, y cuenta con dos grandes patios laterales, destacando el Patio de los Evangelistas (el único que pudo concluir Juan Bautista de Toledo), que es el claustro principal de la comunidad jerónima, cuyos pórticos muestran una clásica superposición de los órdenes dórico y jónico, y cuenta con un jardín que simboliza el Edén, en cuyo centro se levanta el templete alegórico de los Cuatro Evangelistas y su fuente, que construyó Herrera más tarde, ya en un estilo más fríamente manierista, mientras que al otro lado de la iglesia está el Palacio de los Borbones.

La iglesia es una fusión de planta basilical y, sobre todo, de cruz griega. La fachada, al fondo del Patio de los Reyes, tiene dos cuerpos. El inferior se abre en cinco puertas enmarcadas por seis pilastras de orden dórico-toscano y el inicio de las dos torres, mientras que el cuerpo superior está adornado con las esculturas de seis reyes bíblicos de Israel sobre altos pedestales y un frontón triangular partido por un ventanal.

El interior de la iglesia comienza con un amplio vestíbulo sobre el que se sitúa el coro de los monjes, sigue las naves con repetición de arcos, pilastras toscanas de fuste acanalado, y bóvedas de cañón con lunetos, hasta llegar a un ancho crucero coronado por una gran cúpula según modelo italiano, apoyada sobre un tambor, cuyo enorme peso descansa a través de un doble sistema de soporte: cuatro pechinas sobre los grandes pilares y arcos de medio punto reforzados con dobles pilastras directamente sobre el suelo.

El edificio está influido por el gusto clásico del Renacimiento tardío (por la misma época trabajaba el clasicista Palladio en el norte de Italia), si se atiende al primer proyecto con proporciones equilibradas y elementos constructivos clásicos de Juan Bautista de Toledo, como vemos en el Patio de los Evangelistas.

Y El Escorial también anuncia el Barroco  por cuanto es fiel a la estética de la Contrarreforma en su estrecha vinculación entre el arte y el poder político-religioso.

 

 

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